El 14 de septiembre de ese año, Dios mismo enseñó a Faustina a rezar la coronilla de la Divina Misericordia: “La rezarás (…) con un rosario común, del modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre Nuestro y el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre Nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero” (476).
Respecto a la Fiesta de la Misericordia, Jesús le insistió: “El primer domingo después de Pascua ha de ser la Fiesta de la Misericordia. Ese día los sacerdotes han de hablar a las almas sobre Mi misericordia infinita” (570).
Tras vivir brevemente en otros conventos, Faustina fue trasladada en 1936 a Łagiewniki, donde tendría un nuevo director espiritual: el sacerdote Józef Andrasz. Allí Faustina oyó en el alma las siguientes palabras: “Reza incesantemente esta coronilla que te he enseñado. Quienquiera que la rece recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes se la recomendarán a los pecadores como la última tabla de salvación. Hasta el pecador más empedernido, si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi misericordia infinita. Deseo que el mundo entero conozca Mi misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en Mi misericordia” (687).
En otra ocasión, Dios le dijo: “Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi misericordia. Cada alma respecto a Mí, por toda la eternidad, meditará Mi amor y Mi misericordia. La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la Fuente de Mi misericordia” (699).
Faustina tenía estigmas ocultos: “Padezco sufrimientos en las manos, los pies y el costado, en los lugares que Jesús tenía traspasados” (705). También experimentaba el dolor provocado por la corona de espinas.
Más adelante, el Señor le prometió de nuevo: “A las almas que recen esta coronilla, Mi misericordia las envolverá en la vida y especialmente a la hora de la muerte” (754). Y Dios le dijo también: “Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca del agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión de Mi Hijo” (811).
A finales de 1936, Faustina ingresó en un hospital de Cracovia aquejada de tuberculosis. Una semana después, escribió en su diario: “El día de hoy lo ofrecí por Rusia, todos mis sufrimientos y mis oraciones los ofrecí por este pobre país” (818). Y añadió: “Oh, cuánto sufro por este país que expulsó a Dios de sus fronteras” (818), en referencia al ateísmo impuesto por el Partido Comunista. Con la llegada del nuevo año, anotó en el diario una serie de propósitos; entre ellos, “con el espíritu abrazar el mundo entero, especialmente Rusia y España” (861).
El Viernes Santo de 1937, Faustina vio a Jesús agonizando en la cruz. “Que no tema acercarse a Mí el alma débil, pecadora, y aunque tuviera más pecados que granos de arena hay en la tierra, todo se hundirá en el abismo de Mi misericordia” (1059), le dijo. Al día siguiente, Faustina recibió el alta médica.